sábado, 3 de junio de 2017

lunes, 9 de septiembre de 2013

Trastorno de Insomnio Fatal


Si bien las encefalopatías espongiformes transmisibles, se consideraban encefalitis de origen viral por virus lentos, en la actualidad la literatura científica mantiene que están ocasionadas no por organismos conocidos tales como los virus y las bacterias, sino por un tipo de proteína llamado prión (sustancias de naturaleza proteica, que diferen de los virus y las bacterias en una serie de características: son difíciles de matar, no parecen contener ninguna información genética en forma de ácidos nucleicos, ADN o ARN y tiene generalmente un largo período de incubación antes de que aparezcan los síntomas). En algunos casos, el periodo de incubación puede ser de hasta 40 años.

Los priones se encuentran en condiciones normales en las células del organismo en una forma inocua, pero también pueden presentarse en una forma infecciosa y es entonces cuando ocasionan la enfermedad. Ambas formas de proteínas priónicas son muy similares, por los que los priones normales de una persona cambian espontáneamente a la forma infecciosa de la proteína y, luego, en una reacción en cadena se alteran los priones de otras células.

Una vez que aparecen, las proteínas anormales de los priones se unen y forman fibras o acumulaciones llamadas placas, que son visibles con microscopios potentes y que pueden comenzar a acumularse años antes de que empiecen a aparecer los síntomas de la enfermedad. No está claro que papel desempeñan las proteínas anormales de los priones ni en la aparición de la enfermedad ni en el desarrollo de sus manifestaciones clínicas.

Afecta a ambos sexos y suele aparecer en la edad adulta aunque se han descrito casos de aparición infantil y juvenil. Hasta la fecha hay identificadas en nuestro país unas veinte familias afectadas, procediendo muchas de ellas del país vasco.

La manifestación principal es el insomnio progresivo e intratable, el paciente es incapaz de conciliar el sueño, aunque quiere hacerlo, cierra los ojos e intenta adormecerse, las alucinaciones y las crisis respiratorias le devuelven a un estado de vigilia.

Las funciones cognitivas se van alterando irreversiblemente, con trastornos en la atención y la memoria, depresión y alteraciones de la conducta por lo que en épocas pasadas estos pacientes eran considerados dementes.

Se acompaña de un trastorno del sistema nervioso autónomo (parte del sistema nervioso responsable del control de una gran parte de funciones involuntarias y vitales para el organismo, tales como el control del ritmo cardíaco, la presión arterial, la sudoración y el control de los esfínteres) con hipertermia, sudoración, miosis (estrechamiento permanente con inmovilidad más o menos completa de la pupila, a consecuencia de un trastorno de la inervación del iris) y trastornos de los esfínteres. De forma progresiva van apareciendo alteraciones neuromusculares tales como hipotonía (tono anormalmente disminuido del músculo), debilidad y atrofia (disminución de volumen y peso de un órgano) de las extremidades, hiperreflexia (reacciones reflejas anormalmente elevadas), espasticidad (contracciones involuntarias persistentes de un músculo), alteraciones en los movimientos de grado variable: temblores, disartria (dificultad para articular palabras) y actividad muscular involuntaria, fundamentalmente mioclonías (contracciones musculares bruscas, breves e involuntarias, semejantes a las de un choque eléctrico, que afectan a músculos o grupos de músculos) y atetosis (trastorno neuromuscular caracterizado por movimientos de torsión lentos e involuntarios de las extremidades). También presentan alteraciones visuales que pueden llegar a ceguera completa.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Friedrich Nietzsche Más Allá del Bien y del Mal


“¿Cuántos siglos le hacen falta a un espíritu para ser comprendido?” Ha pasado uno desde la muerte de Nietzsche y no podría asegurarse todavía que la cultura occidental lo haya asimilado completamente: aquella transmutación de los valores que constituye el postulado más original de su filosofía –y que habría de materializarse en planos tan distintos como el estético, el científico, el religioso o el social- aún permanece inconclusa. El gran inconveniente en este caso es que la doctrina de Nietzsche no puede comprenderse si se la reduce a un simple discurso filosófico; su pensamiento es vital, y este hecho implica que su comprensión sólo es factible en el campo de la realización práctica.
Conforme al espíritu de la filosofía nietzscheana, intentaremos a continuación organizar el contenido de Más Allá del Bien y del Mal, ateniéndonos a un contraste sencillo, pero efectivo en términos de entendimiento: qué es lo que niega Nietzsche en esta obra, y qué es lo que afirma; todo en consonancia con este objetivo: “superar la moral; en un cierto sentido, superarse a sí misma la moral: esa sería la larga y misteriosa tarea, reservada a las conciencias más delicadas y más leales, pero también a las más perversas que hay hoy día, como a vivas piedras del toque del alma”.

Críticas y negaciones

El primer capítulo de este libro se titula Los Prejuicios de los Filósofos, en él cuestiona Nietzsche las razones que han llevado a los filósofos a buscar obstinadamente la verdad en todos los tiempos. ¿Cuál es el valor de esta voluntad?, se pregunta el autor y, sobre todo, ¿por qué motivo sacrificar la complejidad de la vida a este interés de descubrir en ella sólo lo verdadero? Nietzsche entiende que es justamente esta necedad el hecho que más ha influido en la creencia de que existe una oposición entre los valores, es decir, que todo lo relacionado con la verdad es bueno, mientras que todo lo que se halla lejos de ella, es malo.

La falsedad hace parte activa del mundo y habita en la raíz misma de la voluntad humana. Sin embargo, para los filósofos las falsaciones de la realidad son nocivas, afectan el control que puede tenerse de las cosas y, en consecuencia, deben evitarse. Lo que deduce Nietzsche de este asunto es que el conocimiento (ciencia y filosofía) no es otra cosa que la defensa de aquel prejuicio primario de considerar que lo único positivo es la verdad. En un mundo en el que la naturaleza supera cualquier deseo de comprensión, y en donde la objetividad es un discurso contradictorio, lo que debería proponerse no es una voluntad de verdad, sino una voluntad de poder, un libre arbitrio que elude los fines teleológicos y se concentra en los inmediatos.

Nadie comprenderá nunca enteramente lo que existe, como tampoco logrará saber lo que sepa distanciándose de sí mismo a través de una aparente objetividad. En cambio, sí podrá mandar a su antojo en aquello que encuentra en su vida, identificarse y utilizarlo, sin importar si coincide o no con una verdad universal. Un hombre que acomoda todos sus valores al deseo de verdad se auto-coacciona y encierra en el plano de lo dogmático, pues ya no podrá identificar la no-verdad con algo útil o positivo. Es una especie de traición a sí mismo, piensa Nietzsche, pues lo mejor es considerar que los valores constantemente están definiéndose en la vida, que son relativos, y que, más que con la verdad, tienen que ver con la voluntad de decisión.

Tres campos del conocimiento se han erigido en la historia como portadores de la verdad, imponiendo con tenacidad sus valores a los hombres: la ciencia, la filosofía y la religión. Cada uno de estos campos es examinado en distintas partes de su libro por Nietzsche, quien muestra que todos coinciden en actuar como una enfermedad progresiva, un virus que aniquila una por una las potencias del hombre, hasta convertirlo en su servidor ciego. Asimismo, aunque son producto de épocas concretas, desarrollan en sus discursos ideas universales (del hombre, del mundo, de la verdad) y, por ende, luego de que su forjador concreto, es decir, el filósofo, el científico o el religioso, mueren, continúan entendiéndose como absolutas. Este desfase es descrito por Francisco Gomá del siguiente modo:

“Nietzsche había dejado claro que los grupos humanos y las épocas históricas se determinan por sus respectivos sistemas de valores. Los hombres luego se olvidan de haber creado estas tablas de valores, las proyectan como válidas para siempre y se rigen por ellas. El dogmatismo de los valores es el resultado de este engaño. Según que la vida afectiva sea fuerte o débil, así serán los valores que hacen las veces de ideales orientadores” [3]

La ciencia. Toda ciencia es relativa pues se trata de una forma de simplificación del mundo; en este sentido, sus valores no deben postularse como universales y mucho menos defendérselos a ultranza. Durante un largo periodo de la historia humana, al que Nietzsche llama premoral, “se juzgaba del valor y del no-valor de un acto por sus consecuencias; el acto, por sí mismo, se tomaba tan escasamente en consideración como su origen”. Sólo con el advenimiento de otro periodo de la historia, el moral, aparecerá el imperativo “conócete a ti mismo”, bajo el cual las lógicas de la ciencia ampliarán su dominio.

Lo que se infiere de esto es que, en un primer momento, el conocimiento que sobre el mundo tuvo el ser humano era sustancialmente práctico, se refería de modo exclusivo al éxito o fracaso de sus acciones. La ciencia fomentó una nueva manera de entendimiento por la cual el hombre ya no esperaba al final de sus actos para examinarlos, sino que en su propio origen encontró teorías, principios e intenciones, fórmulas vinculadas con un objetivo de unificación del mundo basado en la verdad. El discurso científico indica desde entonces el camino para interpretar nuestra realidad, dejando a un lado la acción directa que fue característica de nuestro pasado.

La filosofía. Nietzsche asegura que “todos los filósofos se han imaginado en todos los tiempos haber fundamentado la moral, pero la moral, por sí misma, era considerada como una cosa ‘dada’”. El gran precio que se pagó por esta fundamentación fue el menosprecio de cualquier otra cosa: los instintos, la duda e, incluso, la voluntad han estado ausentes de la filosofía cuando no se acoplan, más o menos a las normas de la razón. Así, la verdad y la moral, en toda la historia del pensamiento, se hallan en la razón, y el hombre sabio buscará siempre acomodar lo mejor posible sus acciones a la razón, pues de este modo resultarán virtuosas.

Nietzsche califica como moral de rebaño esta insistencia en la adaptación y el amoldamiento; todo lo que podría ser glorioso en el hombre, especialmente, su voluntad, se reduce aquí a una cuestión de acomodo a la regla universal de la razón. Lo que antes era útil, ahora resulta perverso; en donde se vio alguna vez germinar el instinto, ahora se le ataca por improcedente. El filósofo, visto desde esta óptica, ya no toma riesgos en la vida, simplemente transita por el universo juzgando desde la seguridad de su razón cada acto; es un ser prudente, que no se arriesga; por tanto, está bien lejos de lo que desea Nietzsche:

“Enseñar al hombre que su porvenir es su voluntad, que es tarea de una voluntad humana preparar las grandes tentativas y los ensayos generales de disciplina y de educación, para poner fin a esta espantosa dominación del absurdo y del azar que se ha llamado, hasta el presente, ‘historia’; la falta de sentido de ‘las mayorías’ no es más que su última forma. Para realizar esto es preciso un día una nueva especie de filósofos y de jefes cuya imagen hará parecer sombríos y mezquinos todos los espíritus disimulados, terribles y benévolos que ha habido hasta el presente en la tierra” (Pág. 69)

Los filósofos no pertenecen a la clase de hombres que espera Nietzsche básicamente porque no hacen parte de la especie que manda, que tiene autoridad sobre sí misma. En toda la aplicación y paciencia que otros califican de virtudes, no ve el autor ninguna independencia, el honor que podría atribuirles una voluntad propia. Nietzsche plantea que el principio de la filosofía debe ser el escepticismo, no la búsqueda de la verdad, puesto que sólo el escepticismo “posesiona al individuo”, lo hace entrar en el terrero de su libertad, desatender inescrupulosamente las reglas, vivir sin fórmulas preconcebidas, y alejarse de la razón que estropea su voluntad primaria.

La religión. El último campo que contamina la posibilidad de un hombre libre y volente es la religión. En el capítulo El Espíritu Religioso, Nietzsche esboza las bases de un ateísmo centrado en el ataque a la naturaleza de la moral judeo-cristiana. En las primeras líneas escribe lo siguiente: “La fe cristiana es, desde su origen, un sacrificio: sacrificio de toda independencia, de toda fiereza, de toda libertad de espíritu, y al mismo tiempo servilismo, insulto a sí mismo, mutilación de sí mismo”. Como se ve, su señalamiento a la religión como dogma hace ver los principios que los creyentes defienden (fe, piedad, sacrificio) como modos serviles y autómatas.

Nietzsche considera que la raza alemana está menos dotada para el espíritu religioso que la de los países del Sur; su origen bárbaro la convierte en un terreno poco fértil para ello. Sin embargo, con preocupación observa que en Francia y en muchos lugares de Occidente la religión ha penetrado profundamente y ha impuesto su moral de rebaño, cuyas principales cualidades son la fe ciega, el dogmatismo metafísico, el alejamiento de lo vital y la baja estima. José María Valverde precisa lo siguiente:

La masacre de Ramree

masacre_ramreeHoy quiero recordar  el famoso diecinueve de febrero de 1945 y probablemente, estas sean las últimas palabras que escribo en este diario. Tras varios días bombardeando las costas de la isla que mis compañeros y yo estamos intentando defender, las tropas británicas junto a algunas brigadas indias han conseguido desembarcar en la zona norte.
Hemos resistido más de lo que lo hubiesen hecho los soldados de cualquier país y nuestra patria, Japón, nos recordará con orgullo por siempre. Tras el desembarco, y con la cobertura aérea y naval que tenían los británicos, todos los que quedábamos nos vimos obligados a replegarnos hacia el interior de la isla. Las comunicaciones por radio señalaban a nuestros mandos que nuestras brigadas de la zona sur todavía estaban intactas y resistían el asedio y las órdenes fueron claras y certeras; cruzar a cualquier precio los dieciséis kilómetros que nos separaban de ellos y unirnos para la batalla final.
Al anochecer, alrededor de mil soldados nos adentremos en los manglares poniéndonos a salvo de la artillería enemiga y de los disparos que, como una maldita lluvia de plomo, caía sobre nosotros desde la playa. A los pocos minutos, las explosiones y los disparos comenzaron a sonar sordos y alejados y un extraño silencio, tan solo roto por los jadeos extenuados de algunos compañeros, se adueño del oscuro y pantanoso bosque.En los meses que llevamos en esta isla nunca nos habíamos adentrado tanto en los manglares y los movimientos de una zona a otra siempre los habíamos hecho por las zonas secas de los laterales o por la costa. Todos éramos conscientes de los peligros de estos pantanos. Este bosque es el hogar de todo tipo de alimañas venenosas como serpientes, escorpiones y arañas de todo tipo y el peor de todos ellos, unas bestias que podían llegar a medir diez metros de largo y partirte en dos de una sola dentellada, los cocodrilos marinos.
Avanzar por este lugar es terriblemente costoso y los batallones que entraron al bosque más o menos agrupados no han tardado mucho en disgregarse en pequeños grupos. Doce compañeros y yo, caminamos a duras penas en fila india, con el agua por la cintura y en la más total oscuridad. Intermitentemente, el resplandor de algún proyectil disparado desde los buques que están fondeados a algunas millas, ilumina brevemente el cielo y nos permite guiarnos de un modo torpe y poco seguro. A cada paso, los pies se nos clavan en el fondo lodoso del pantanal y nos cuesta más esfuerzo avanzar.
Paralelamente a nuestro grupo, avanzan el resto. Algunos de ellos tienen pequeñas linternas con las que guiarse e intentamos no perder sus débiles destellos de vista como punto de orientación. De repente, a escasos metros de nosotros se escuchan unos terribles gritos y comienzan a sonar disparos. Entre la espesura de plantas y raíces altas podemos ver el resplandor rojizo de los fogonazos. Todos en el grupo nos quedamos paralizados y en silencio, preparando nuestros fusiles para el inminente ataque. ¿Cómo han podido rodearnos los ingleses tan rápido?…  Los disparos cesan tras un par de minutos y en su lugar comienzan a llegarnos unos sonidos extraños desde el mismo lugar, unos sonidos como de enormes chapoteos en el agua  mezclados con aterradores rugidos y cacofonías. De pronto, la misma escena se repite en otro grupo a unos treinta metros detrás de nosotros. Gritos histéricos rasgan el húmedo ambiente y el eco de los disparos a discreción rebotan por todo el bosque. Uno de mis  compañeros se desploma de golpe sobre mí, el desconcierto es total y cuando me ayudan a levantarlo comprobamos que ha recibido un balazo en la frente.
Tenemos que alejarnos de allí lo más rápido posible si no queremos acabar como él y recibir una bala pérdida de las que, sin todavía entender porqué, están comenzando a llegar desde todas las zonas del manglar. La locura se dispara en pocos minutos y los gritos y las explosiones se escuchan ya por todos los lados. El terror en nuestro grupo, casi de forma inconsciente, nos hace dirigirnos hacía el exterior del manglar incumpliendo las órdenes que nos han dado. Un terrible alarido destaca del resto gritando una palabra que llega con total nitidez hasta nuestros oídos que nos hiela la sangre al instante… ¡COCODRILOS!
cocodrilos_devoradores_humanosDe repente comprendemos que los ingleses no tienen nada que ver en lo que está sucediendo en el interior del manglar y que la lucha encarnizada que se está librando allí dentro es mucho más terrible. La zona que cruzamos ahora es más profunda y el agua nos llega hasta el pecho, a nuestra derecha, unas enormes sombras se deslizan hacia el agua desde lo alto de unos matorrales y antes de que nos dé tiempo a reaccionar, los dos últimos integrantes del grupo son literalmente engullidos hacia el fondo fangoso. El pánico se apodera del resto y también nosotros comenzamos a descargar nuestra munición hacia las sombras que se mueve bajo el agua, a nuestro alrededor. A unos veinte metros a nuestra derecha vemos una zona de pantano más clara y alta que parece tierra seca, si conseguimos llegar hasta allí quizás podamos salir de esta.
De reojo veo que Hiro, mi mejor compañero y que camina justo detrás de mí, está quitando el seguro a una granada y se dispone a lanzarla hacia atrás, donde los gigantescos cocodrilos están acabando sistemáticamente con los compañeros del grupo más rezagados. Cuando tiene el brazo completamente estirado para lanzar la granada, unas enormes mandíbulas emergen del fondo del lodazal y con un crujido estremecedor le arrancan de cuajo el brazo a mi amigo.
Hiro ha quedado tan estupefacto que ni tan siquiera grita o se queja por el dolor, observo durante unos segundos su mirada perdida en las oscuras aguas mientras que un chorro de sangre brota desde el boquete que ha quedado a la altura su hombro. De repente, la granada que se ha tragado el cocodrilo junto con el brazo de Hiro hace explosión y tras el fogonazo y el estruendo apagado bajo las aguas, una lluvia de barro, sangre y vísceras de cocodrilo cae sobre todos nosotros.  Agarrando a Hiro del único brazo que le queda y prácticamente a empellones conseguimos llegar hasta la zona seca. Tan solo quedamos cinco y si no conseguimos salir de allí, pronto seremos cuatro porque mi amigo se está desangrando a una velocidad aterradora.
Al fondo, entre lo poco que se filtra por la espesura de la vegetación, nos parece ver algo de claridad. Allí termina el manglar se sale a terreno abierto, a poca distancia de la playa oeste. Ahora que caminamos sobre terreno seco avanzamos más rápido y sin el temor de las bestias que nos acechan a nuestro paso desde las zonas húmedas de los laterales.
Por fin conseguimos fuera del bosque, ahora solo debemos de caminar bordeándolo hacia el sur hasta llegar hasta la zona donde están nuestros compañeros de la resistencia. Apenas hemos caminado un par de centenares de metros cuando desde la playa comienzan a dispararnos. Los silbidos de las balas pasan  a escasos centímetros de nosotros y antes de que nos dé tiempo a reaccionar, dos de nosotros reciben los impactos.
Los británicos han rodeado el manglar y los francotiradores tienen orden de disparar a todos los que intentemos salir de este infierno.
Volvemos de nuevo a introducirnos en la oscuridad del pantano, mientras arrastro literalmente a mi amigo, el tercer compañero dispara hacia la playa intentando cubrir nuestra retirada. Hiro y yo conseguimos llegar, pero él no tiene tanta suerte, un balazo le atraviesa el corazón en el último momento.

manglarEstoy completamente exhausto, he vuelto a introducirme en la zona húmeda hasta alcanzar una pequeña zona seca de un par de metros de diámetro con un enorme árbol en el centro. Sentados y apoyando nuestras espaldas contra el tronco, intentamos descansar unos minutos para volver a reemprender el camino. Hiro, lentamente se escora hasta que su cuerpo queda inerte apoyado contra mi hombro… ha muerto. Un reguero de sangre todavía corre desde su hombro, bajando por la pendiente de nuestro improvisado islote y adentrándose en el agua. A mi alrededor, decenas de lomos comienzan a emerger del agua, atraídos por la sangre de mi amigo y lentamente, se dirigen hacia mí.Esto ha sido un relato ficticio de unos hechos reales que acontecieron en la isla de Ramree, junto a Birmania, en febrero de 1945. La isla de Ramree, defendida por los japoneses,  tenía un puerto y un aeropuerto que eran un punto estratégico para la reconquista británica de la bahía de Hunter.
Los británicos no escatimaron en medios en la toma de esta isla; el acorazado Queen Elizabeth junto con los escuadrones de la RAAF del portaaviones Ameer, bombardearon sin compasión las costas de la isla antes del multitudinario desembarco  de las tropas británicas e indias. Alrededor de mil japoneses se vieron obligados a internarse en los manglares del interior sin posibilidad de huída, pues al salir se veían cazados por los soldados ingleses que flanquearon todo el pantano. Tan solo unos veinte soldados japoneses sobrevivieron aquella noche. No hay datos reales sobre lo que ocurrió allí, porque nadie entró jamás a hacer un recuento de víctimas, pero se supone que la inmensa mayoría de los soldados imperiales murieron bajo las fauces de estas terribles y gigantescas bestias. Otros muchos corrieron mejor suerte, muriendo por su propio fuego cruzado y otros, los menos, al intentar salir de allí fueron tiroteados por los británicos.
Todo lo que se sabe de aquella lejana noche de 1945, es lo que contaron los soldados británicos que escucharon estupefactos lo que ocurría en el interior del manglar. A día de hoy, no hay ningún testimonio directo de ninguno de los supuestos supervivientes japoneses.
El naturalista y miembro de las tropas británicas en ese momento, Bruce Wright, lo describió así:
matanza-de-ramree“Esa noche (la del 19 de Febrero de 1945) fue la más horrible que cualquiera de la dotación de la ML [lanchón de desembarco de la infantería de marina] haya visto nunca. Entre el esporádico sonido de los disparos podían oírse los gritos de los hombres heridos, aplastados en las fauces de los enormes reptiles, y el vago, inquietante y alarmante sonido de de los cocodrilos girando creaba una cacofonía infernal que rara vez se ha igualado en la Tierra. Al amanecer llegaron los buitres para limpiar lo que los cocodrilos habían dejado… entraron en los pantanos de Ramree, sólo unos 20 fueron encontrados con vida.”

Se dice que más de 1000 litros de sangre humana se derramaron aquella noche en los pantanosos manglares de la isla de Ramree y los hechos que allí sucedieron, están inscritos hoy en día en los anales de la historia como la mayor matanza de seres humanos provocada por animales.

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domingo, 1 de septiembre de 2013

¿Teseracto?





Este término fue acuñado por primera vez en 1888 por el matemático inglés Charles Howard Hinton en una obra llamada A New Era of Thought, especie de manual que buscaba entrenar la intuición hiperespacial mediante ejercicios de visualización con cubos de colores en torno a un hipercubo imaginario.
En otras palabras, este hipercubo no es otra cosa que un cubo en cuatro dimensiones, ¿suena difícil de entender? Pues e la sección de Matemáticas de Harvard tienen una explicación sencilla que está acompañada de la imágen 
Lo que vemos aquí es una representación tridimencional -aunque está en dos dimensiones- de un objeto de cuatro dimensiones, para no confundirnos, este es un teseracto girando, tal como lo haríamos con un cubo cualquiera en nuestro limitado mundo tridimensional. Aunque dudo que alguien lo pueda explicar mejor que el mismísimo Carl Sagan. 


En geometría, un teseracto o hipercubo es una figura formada por dos cubos tridimensionales desplazados en un cuarto eje dimensional (llamemos al primero longitud, el segundo altura y el tercero profundidad). En un espacio tetradimensional, el teseracto es un cubo de cuatro dimensiones espaciales. Se compone de 8 celdas cúbicas, 24 caras cuadradas, 32 aristas y 16 vértices, esto tomando en cuenta el desarrollo del polinomio (x+2)^n donde el valor de n equivale al número de dimensiones (en este caso particular 4) y x es el largo, alto, ancho, etc., de la figura polidimensional equilátera.
Mitologia

¿Existió Norman Bates?



Corría el año 1960 cuando tuvo lugar el estreno de “Psicosis”, la obra de un director británico afincado en Estados Unidos donde se narraba la sobrecogedora peripecia de Norman Bates, un enfermo mental vinculado patológicamente a su madre y entregado a la práctica del asesinato múltiple. Aunque la película estaba dotada de un grado ciertamente notable de originalidad, no todo en ella era fruto de la imaginación. Norman Bates había existido.


No son pocos los que recuerdan el contenido a la vez sugestivo y enfermizo de la película “Psicosis” dirigida por el genial Alfred Hitchcock. En ella un joven y magistral Anthony Perkins daba vida a Norman Bates, un enfermo mental que, en apariencia, se limitaba a ser un edípico muchacho controlado por una posesiva madre. En la práctica, sin embargo, Norman era un asesino que, adoptando involuntariamente la personalidad de su difunta progenitora, causaba la muerte de aquellas mujeres a las que su madre nunca le hubiera permitido acercarse.
El retrato, poderoso y atrayente, que Hitchcock había trazado se basaba en hechos reales. 
la madre de norman
Norman Bates había ejercido su actividad delictiva hasta muy pocos años antes de la filmación de la película sólo que su nombre real había sido Edward Gein. La familia de Edward Gein parecía constituida con modelos paternos de aquellos que los manuales de psicología consideran más nocivos para un hijo. El padre era violento, alcohólico y se entregaba con frecuencia a maltratar de palabra y obra a su esposa e hijo. Por lo que se refiere a la madre, no estaba mucho más equilibrada mentalmente que su marido. Como tantas esposas insatisfechas en su matrimonio que vuelcan su afecto en los hijos, la señora Gein era absorbente, hiperprotectora, dominante y derramaba todas aquellas insanas características de su ser en su hijo Edward. 
     "  la madre   "         
Si éste fue alguna vez normal es difícil de saber. Sus recuerdos décadas después estaban plagados de escenas de discusiones y de palizas y de un episodio que le produjo una extraña e indeleble impresión. Éste no fue otro que el de la contemplación de un cerdo sacrificado cuya sangre goteaba parsimoniosamente sobre un cubo situado en el suelo de la cocina de casa. En aquella atmósfera de violencia paterna y de cuidados maternos excesivos creció un muchacho que no se atrevía a salir al exterior, en parte, porque le estaba vedado y, en parte, porque lo temía profundamente. Si todo aquel horror se daba en el seno de su hogar, ¿qué podía esperarle en un cosmos adverso y externo? Cuando murió su madre, Ed Gein tenía treinta y nueve años y ya era absolutamente incapaz de comprender el universo que lo rodeaba. Lo único que realmente llamaba su atención eran las mujeres pero sólo aquellas que guardaban algún parecido físico con su desaparecida y añorada madre.
Precisamente por eso, en cuanto sabía que alguna de ellas había fallecido, Ed acudía al cementerio y procedía a desenterrar clandestinamente el cadáver. Valiéndose del secreto que proporciona la noche, el muchacho arrastraba el cuerpo hasta su casa y allí procedía a desollarlo. Con la piel arrancada a la difunta, el joven se confeccionaba caretas —a veces, incluso trajes— con las que se cubría fingiendo ser una mujer que no era otra que su propia madre o quizá —como en la película— adoptando la identidad de ésta.
Semejante actividad muestra hasta qué punto Ed era un total desequilibrado pero, hasta cierto punto, su actividad con ser patológica e ilegal no resultaba dañina. En apariencia, no se hubiera permitido causar el menor perjuicio a un ser humano vivo. Así continuó la situación hasta que el índice de fallecimientos de la localidad resultó demasiado reducido para las necesidades de travestismo necrófilo que padecía Ed. Fue en ese momento cuando, arrastrado por su forma peculiar de trastorno mental, el joven decidió proceder al asesinato. La desaparición de dos mujeres con escaso margen de diferencia alertó a la policía local en el sentido de que no se trataba de delitos aislados sino de que, muy probablemente, tenían que vérselas con un asesino múltiple.
ed gein
Guiado más por su intuición que por indicios racionales, uno de los ayudantes del sheriff local decidió adentrarse en la casa de Ed —un edificio que recordaba considerablemente al que habita Norman Bates en la película “Psicosis”— y disipar las sospechas sobre su posible implicación en los crímenes. Una noche de 1954, el agente del orden público encontró en el sótano de la vivienda de Gein los restos de las dos desaparecidas. Sin embargo, el espanto no se limitaba a aquellos cadáveres. El desequilibrado mozo conservaba miembros de mujeres desenterradas en botes así como caretas de piel humana que solía ponerse para interpretar el papel de su posesiva madre. Examinado por los forenses competentes, Edward Gein fue objeto de un diagnóstico de psicosis y se recomendó su internamiento en un centro destinado al cuidado de enfermos mentales. No saldría de aquella institución en lo que le quedaba de vida. En 1984 falleció y, como singular tributo a la mujer que había marcado totalmente su vida, fue enterrado al lado de su madre. Allí ¿reposa? hasta el día de hoy.
ed gein